El multipremiado actor Leonardo DiCaprio donó 10 millones de dólares a Ucrania para apoyar a los combatientes en la guerra.
Agencia AFP
Diversos países y empresas han mostrado su rechazo por las ofensivas militares de Rusia contra su vecino Ucrania.
Los vetos van desde bloqueos económicos y políticos hasta retiros del sector empresarial, pero se han extendido ahora a la industria cultural yde entretenimiento.
Pocos días después de que el gobierno ruso decidiera iniciar sus ataques contra su país hermano, los artistas rusos empezaron a verse afectados por la cancelación de sus presentaciones en los países de Occidente.
Este “aislamiento cultural” inició con la exclusión de las delegaciones de cine ruso en uno de los festivales más importantes del mundo del séptimo arte: el Festival de Cine de Cannes, Francia.
Entre tanto, otro en hacer lo propio fue la plataforma de streaming Netflix, que suspendió sus servicios en Rusia en protesta contra la invasión rusa a Ucrania. El gigante de videos en línea había ya interrumpido sus adquisiciones en dicha nación, así como sus producciones de programas originales.
“Dadas las circunstancias sobre el terreno, hemos decidido suspender nuestro servicio en Rusia”, indicó un portavoz a la revista estadounidense Variety. Líder del streaming a nivel mundial con 221,8 millones de usuarios a finales de 2021, Netflix decidió suspender cuatro súper producciones que tenían como tema a Rusia.
Entre ellas la serie ‘Anna K’, basada en la celebrada novela Anna Karenina, de Leon Tostói.
También se suspendió otra megaproducción de alto presupuesto: Zato, que estaba ambientada en la caída de la Unión Soviética y planeaba contar las andanzas detectivescas de una periodista y un policía que buscan resolver un caso, mientras el país se queda sin parte de su identidad nacional.
“La cultura es el tercer frente de la guerra de Ucrania”, sentenció Nadine Dorries, secretaria de Estado de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte del Reino Unido, ante la Cámara de los Comunes de su país. Con dicha frase resumía la campaña que había iniciado para aumentar la presión sobre Rusia a través del “poder blando”, una decisión que ya se ha extendido al resto del continente y Estados Unidos.
Así se explica que Valery Gergiev, uno de los grandes directores de orquesta vivos, haya sido vetado en los principales teatros del mundo por su manifiesta cercanía al presidente ruso Vladimir Putin.
Algo similar ha ocurrido con la famosísima soprano Anna Netrebko, invitada permanente a los festivales europeos y aplaudida a rabiar en escenarios de los Estados Unidos, a quien se le ha reprochado haber condenado la guerra, pero no a Putin.
“Me opongo a esta guerra. Soy rusa y amo a mi país, pero tengo muchos amigos en Ucrania y el dolor y el sufrimiento ahora mismo me rompen el corazón”, escribió en su perfil de Instagram, en una publicación que no le pareció suficientemente crítica a la Ópera Metropolitana de Nueva York o el Liceo de Barcelona, donde también han rechazado al pianista Denis Matsuev por su supuesta “tibieza”.
En tiempos de guerra, se ha instalado una práctica que recuerda, en parte, a la cultura de la cancelación, un concepto que utilizó el pasado domingo el ruso Tugan Sokhiev en una carta en la que anunciaba su dimisión como director musical del Teatro Bolshoi de Moscú y de la Orquesta Nacional del Capitole de Toulouse: “No puedo ver a mis colegas amenazados, tratados sin respeto y transformados en víctimas de la cultura de la cancelación… ¿Pero es lo mismo? ¿Están justificadas estas medidas? ¿O estamos convirtiendo a la cultura en un arma más, desvirtuando su propia naturaleza?”.
Y para seguir con la lista de vetos, otro que dejó sus operaciones en Rusia fue el gigante de las redes sociales TikTok, que anunció la suspensión de la publicación de todo el contenido de video de Rusia para mantener la seguridad de sus empleados y cumplir con las nuevas leyes contra las “noticias falsas” en ese país.
Cabe decir que mientras muchas multinacionales estadounidenses -desde el gigante tecnológico Apple hasta los jeans Levi’s- decidieron suspender actividades en Rusia, algunas empresas permanecen en el país pese a los riesgos para su reputación. Pero se enfrentan a presiones crecientes: en las redes sociales circulan etiquetas como #BoycottMcDonalds y #BoycottPepsi.