Carlos Trilleras, conocido por sus murales de comunidades indígenas, habló sobre su trayectoria artística y cómo ha llevado su obra a los países nórdicos.
¿De dónde viene su pasión por el arte?
Soy de Natagaima, departamento de Tolima. Mi experiencia con el arte nació desde mi infancia, a la edad de los 11 años, por la necesidad económica de mis padres, quienes fueron afectados por el desplazamiento, debido a la tragedia en el municipio de Armero, en el año 1985. A raíz de todas estas problemáticas me vi en la necesidad de desarrollar el lenguaje del arte consciente, que permite reflexionar a través de las miradas y la memoria de un pasado que ahora se repite en las poblaciones, específicamente en las comunidades campesinas e indígenas. En mis pinturas quiero destacar la necesidad de aplicar medidas específicas para prevenir las violaciones y el grave desplazamiento.
Entiendo que en este momento se encuentra en Noruega, ¿podría contarme un poco sobre los diferentes trabajos artísticos que ha estado desarrollando allá?
Soy parte del Festival Internacional Colombia Caguán Festival, una iniciativa que surgió de la necesidad de resarcir las consecuencias de la guerra en Caquetá, específicamente en San Vicente del Caguán, que ha sido escenario de las confrontaciones armadas que han marcado la vida de quienes habitan en estos territorios. Este año conmemoramos su sexta edición en ciudades y pueblos nórdicos, donde tuvimos la participación de niños y jóvenes de Finnøy, Skudenes y Kjøpsvik, También con niños ucranianos, africanos y colombianos desplazados por la guerra.
¿Cómo nació el festival?
En el año 2018 surgió la necesidad de pintar de colores la memoria y la historia de los pueblos y sus veredas, y crear un festival que llenara de color las llamadas zonas rojas de Colombia. Estos muros se levantaron algún día con lágrimas, tristezas y vacíos. Colombia Caguán Festival es la presentación simbólica de la reparación, haciendo de la memoria un escenario para la expresión y la construcción de paz en niños, niñas y jóvenes. El proyecto nació de la artista y lideresa de San Vicente del Caguán Lorena Díaz Cano.
¿Su trabajo se vio afectado por la pandemia?
En realidad en pandemia tuve la oportunidad de seguir desarrollando mi obra, que también tuvo un grado de dificultad, al no tener a la mano los materiales para la creación de mis piezas gráficas.
¿Qué otros proyectos tiene actualmente?
Soy parte de la Asociación Mercado de las Pulgas, San Alejo, desde hace ya 12 años, donde expongo todos los domingos, y Nuestra Herencia Café Galería, un café en La Candelaria, donde pueden encontrar mi obra. También aporto, por medio de la expresión, a los encuentros comunitarios en resguardos indígenas, donde ayudo a la reparación del tejido social a niños, niñas, mujeres y ancianos afectados por el conflicto armado, siendo ellos y ellas mi prioridad e inspiración.
¿Qué tipo de reflexión desea dejar en sus espectadores?
Debemos sanar la parte espiritual. Nuestro entorno, nuestro ser, la naturaleza, todo tiene que ver con la cosmovisión y nuestro entorno. Existen diferentes visiones sobre el mundo, sobre cómo comprender el planeta, cómo cuidarlo y preservarlo. Y esta visión se logra cuando el ser humano entra en armonía con la naturaleza. Debemos tener una conexión con el conocimiento ancestral, de los abuelos y abuelas indígenas, sabiduría que nos complementa y nos conecta con la esencia y sensibilidad que tanto necesitamos.