El Joe Arroyo se aferraba tanto a la vida que no le importaba salir de un concierto hacia el hospital, regresar al escenario y cantarle con más júbilo a esa vida. No es una figura ni una exageración: un día se escapó de la clínica para poder ir a cantar.
Sus adicciones, las drogas, estuvieron a punto de llevárselo, pero su mayor vicio, la música, lo mantuvo en pie hasta sus 56 años. Después del 26 de julio de 2011, no perdió la guerra contra la muerte, pues su eco siguió dándole razones a la gente para vivir con sabrosura y alegría.